Uno de los mayores desafíos que enfrenta la civilización moderna es cómo garantizar la regeneración de los recursos naturales que puedan proporcionar suficientes medios a la creciente población de la Tierra en condiciones climáticas tolerables. Esto aplica tanto al continente africano como al resto de países del mundo.
Sabemos muy bien que hace 5.500 años el Sahara era verde, con abundancia de agua y comida para todos. En Trípoli, en la costa mediterránea, el país era mucho más verde con mucha lluvia para las personas, las plantas y la naturaleza. Incluso hace 3.000 años, llovía tanto que aquí se cultivaban cereales. Hace 5.500 años, el Sahara comenzó a secarse. La pregunta no es quién causó este secado, sino qué lo causó.
Las investigaciones de los cambios temporales y espaciales en la distribución de la precipitación en Georgia, situado en el Cáucaso, así como los análisis detallados del seguimiento de los cambios en la distribución de la precipitación en Eslovaquia y otros países, revelan los efectos del uso de la tierra sobre los cambios en el ciclo hidrológico. En épocas de escasas precipitaciones llueve aún menos y en épocas de fuertes precipitaciones llueve aún más.
Sabemos muy bien que el agua regresa en un pequeño ciclo de agua aproximadamente una vez cada 8 días. El agua en un gran ciclo de agua rota una vez cada 3 meses. También sabemos que el agua que se evapora a través de la vegetación y forma nubes después de la condensación en las capas frías de la atmósfera regresa a la Tierra en forma de lluvia en el punto de rocío. Este ciclo se repite innumerables veces y asegura así una renovación permanente de la vida en la Tierra. En interacción con la energía del Sol y el ciclo del carbono, es la «fábrica» más ingeniosa del nacimiento de todos los seres vivos a través de la fotosíntesis. Esto es lo que la naturaleza y el hombre necesitan para sus vidas.
Nótese la distribución de la precipitación en los 5 territorios de África de norte a sur. Mientras que en el mar Mediterráneo (Trípoli) llueve apenas 335 mm al año, en el sur de Chad (Sarh) llueve casi 1000 mm y en la cuenca del río Congo 2,5 veces más. Hacia el sur, los totales anuales de precipitación están disminuyendo. A través de eso, el período sin lluvia se está extendiendo. En Johannesburgo llueve tanto al año como en Eslovaquia.


Es la temporada sin lluvias la que trae riesgos que limitan el entorno natural, climático, social y económico. En verano, en el norte de África se reducen drásticamente las precipitaciones, mientras estas se incrementan también en gran medida en el sur del continente. Esto se debe a que el sobrecalentamiento de la tierra seca crea grandes islas de calor en la capa límite de la atmósfera, que no permiten que las masas de aire húmedo del mar viajen hacia el continente y, al mismo tiempo, se evapora muy poca agua. Por lo tanto, no hay agua en la atmósfera para formar precipitaciones.
Esto significa que al dañar el paisaje, se vacían pequeños ciclos de agua, lo que aumenta la temperatura del paisaje y la ocurrencia desigual de la actividad de precipitación. Por lo tanto, en todas las partes del mundo donde el hombre ha transformado el paisaje, se produce un secado gradual por la disminución de las precipitaciones, el sobrecalentamiento del paisaje, la pérdida de fertilidad y la aparición de lluvias torrenciales extremas y la prolongación de la estación sin lluvia. Esto probablemente sucedió hace 5.500 años en la región del Sahara.
Los países africanos no solo pueden detener estos procesos de degradación, sino también iniciar su recuperación. Uno de los esfuerzos para este fin es la Gran Muralla Verde del Sahara, con la que se pretende detener la expansión del desierto mediante la plantación de millones de árboles. Si bien, estos árboles necesitan agua para sobrevivir. Por ello, surgen una serie de riesgos para este plan, sobre todo referentes a la posibilidad de supervivencia de las plántulas plantadas en el período seco, el cualdura más de medio año en esta zona.
Si partimos de la física de la distribución de la energía solar, es evidente que las precipitaciones disminuyen a medida que el país se recalienta con la sequía. Por lo tanto, concentrarse en plantar árboles en un área donde no llueve durante medio año es casi un trabajo para Sizyfa y probablemente tiene pocas posibilidades de éxito. Parte de la Gran Muralla Verde de Chad se forma en una zona donde las precipitaciones apenas alcanzan los 400 mm. Una opción mucho más efectiva sería desarrollar una revitalización integral del país, basada en aquellas partes de Chad donde llueve más y donde hay riesgo de inundaciones. Si esto se combinase con el uso de fertilizante orgánico en estas áreas, no solo detendría la expansión del desierto, sino que también impulsaría la fertilización de grandes áreas. La retención de agua de lluvia en los ecosistemas en un país que drena grandes cantidades de agua de lluvia con fertilizantes orgánicos cada año mejoraría la fertilidad de esa parte del territorio, mejorando la seguridad alimentaria y el crecimiento económico, curando el clima y aumentando los recursos hídricos y la fertilidad de la tierra.


Este proceso enfriaría tanto el país que se fortalecería la bomba biótica, con una succión más intensa de sistemas frontales húmedos desde el Golfo de Guinea hacia el interior. Esto está relacionado con el regreso de la lluvia perdida incluso en los meses en que ahora no llueve.
La planificación y restauración sistemática del paisaje dañado en el sur de Chad en la cuenca del río Chari (área de captación 548.748 km2) puede reducir la producción de calor sensible en más de 30.000 TWh, lo que prácticamente significaría tener más lluvia en la zona que ahora está seca. Los principios de esta solución se describen en el Nuevo Paradigma del Agua de 2007.
Estimamos que en un periodo de 10 años esto aumentaría las precipitaciones tierra adentro en al menos 100 mm por año, extendería la fertilización del suelo en tierras resecas e inhóspitas e incluso detendría la desertificación. Además, estimamos que al menos 500.000 personas en Chad podrían trabajar en un programa de este tipo. Su trabajo traería una perspectiva completamente nueva al desarrollo económico basado en la regeneración de los recursos naturales. En Chad, la economía verde podría desarrollarse plenamente incluso sin plantar árboles. El proceso de germinación de semillas en la tierra reseca espera su oportunidad y el agua es la ayuda que necesitan. El principal beneficio de esta solución sería la fertilización a largo plazo de la tierra mediante el almacenamiento de carbono en el suelo. Para la fotosíntesis se necesitan más de mil millones de toneladas de CO2 presentes en la atmósfera. Estimamos que después de la implementación de todo el plan, más de 270 millones de toneladas de carbono puro ingresarían al suelo del área de la cuenca del Chari anualmente a través de la fotosíntesis.
Si los países africanos se unieran y actuaran de manera coordinada, podrían empujar gradualmente al inhóspito Sahara hacia el norte, fertilizar la tierra y reconstruir todo el país. Por tanto, es lógico y acertado dar prioridad a la reconstrucción del dañado país de Chad desde el sur, donde más llueve. Con este plan, Chad tendría la oportunidad de dar ejemplo a otros países africanos sobre cómo restaurar la lluvia perdida.
El mundo está al borde de un cambio fundamental. Regenerar lo que generaciones anteriores han deteriorado. Tenemos dos opciones. Permanecer en el viejo paradigma y continuar los conflictos por los recursos naturales, o tomar el camino de restaurar los recursos que hemos perdido. Este es el desafío al que se enfrenta no solo Chad, si no el resto de países africanos y de todo el mundo, que están sufriendo las crisis del agua, los alimentos, el medio ambiente, la sociedad y el clima.
WATERHOLISTIC, Košice, Eslovaquia